Seis interminables kilómetros de rotondas hasta su destino.
el limpia no cejaba en su empeño, pero la lluvia dominaba
la situación
El dispositivo encargado de barrer la luna del vehículo pasaba
de un lado al
otro de la luneta con una sola fijación, despejar la visibilidad
a Celia,
sus ojos empañados en lágrimas rojos hinchados casi
cerrados no ayudaban
a conseguir el objetivo.
Celia pisaba el acelerador, cada vez hundía más el pedal, abrió
las ventanas
La lluvia salpicaba con fuerza dentro del vehículo, no se
planteaba nada
No quería pensar, solo gritaba. ¿Por qué, por qué? tomaba
las curvas como si
no hubiera un mañana, el ruido dentro del coche era atronador.
La música
pasaba doce veces los decibelios permitidos en un concierto.
Llego a su destino, aparco el coche, subió a su casa, y, ya
recogida en su abatimiento se encerró en la ducha y
entonces sí, entonces
lloró, lloró hasta caer exhausta.
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